miércoles, 25 de noviembre de 2015

La calma de la obra de arte es, paradójicamente, una calma dinámica y no estática; el arte nos ofrece los movimientos del alma humana en toda su profundidad y variedad. La forma, la medida y el ritmo de estas emociones no se pueden comparar con ningún estado  emotivo en particular. No sentimos en el arte una cualidad emotiva simple o singular. Es el proceso dinámico de la vida misma, la oscilación constante entre los polos opuestos, entre la pena y alegría, esperanza y temor, exaltación y desesperación. Dotar de forma estética a nuestras pasiones significa transformarlas en un estado libre y activo. 

Ernst Cassirer

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